Cifras de la Condusef muestran que los casos de defraudación se han duplicado de 2014 a 2015; la Profeco registra mil quejas al año por esta situación.
“Me siento muy avergonzada de haber caído en este engaño”, dice Lydia —quien prefiere que no se publique su verdadero nombre— mientras se le crispa la voz al hacer cuentas: en menos de un año endeudó a su familia por un millón de pesos.
El problema inició con el apremio mensual de pagar una deuda de 200 mil pesos. Con una hija en la universidad, un hijo en la prepa y su marido retirado, un anuncio en el periódico pareció darle la solución al ofrecer créditos con mensualidades pequeñas, bajos intereses y facilidad en los trámites.
La empresa del anuncio empezó por duplicarle su solicitud de efectivo. Le ofreció 400 mil pesos, después un millón, y al final le hizo firmar un contrato por el préstamo de 4 millones 658 mil pesos. Aunque Lydia dudó en aceptar —nunca en su vida había manejado una cifra tan alta de dinero—, el gestor le insistió que el préstamo le ayudaría a salir de la deuda actual, podría invertir en un proyecto inmobiliario y tendría liquidez suficiente para mantener a su familia. Era un futuro prometedor.
Cuando firmó el primer contrato le dijeron que tendría que dar un porcentaje del valor del crédito como “fianza”, la cual pagó con cargo a sus tarjetas de crédito, y le prometieron que en una semana, cuando ya tuviera el dinero en su cuenta, el pago de los 326 mil pesos que había hecho se le devolvería a su cuenta.
En 2014, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), instancia federal encargada del tema, registró mil 46 casos, y en los primeros cinco meses de 2015 ha recibido 482 quejas por los llamados “créditos milagro”.
“Estas empresas se presentan en los medios ofreciendo términos de créditos increíbles: no te piden aval, no checan tu calificación en el buró de crédito, las tasas de interés que manejan son muy inferiores a las bancarias. Es decir, mucho dinero fácilmente”, explica Ángel González, presidente de la Asociación Civil Defensa del Deudor (DDD), que desde 2008 se ha especializado en el tema.
Por su parte, Mario Alberto Di Costanzo, presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), dijo en entrevista con EL UNIVERSAL que las consultas sobre el tema se han duplicado: en el periodo enero-abril de 2014 tuvieron 200, mientras que en el mismo periodo de 2015 van 500.
“Enfrente de la Condusef, en el World Trade Center (WTC), hay muchas de estas empresas”, confirma Di Costanzo al señalar la paradoja de que ambos edificios compartan un estrecho tramo de Insurgentes Sur: las oficinas de la Condusef —encargada de defender a los usuarios— y la torre del WTC —donde se ha denunciado que existen empresas fraudulentas de créditos milagro— son vecinas.
La estafa de estas empresas consiste en quedarse con el dinero de las fianzas o la gestión, mientras que los prometidos préstamos nunca llegan a los clientes.
Y todo en el World Trade Center
A Roberto Perezcuervo lo llamaron al teléfono de su casa diciendo que tenía un crédito preaprobado. Lo citaron al día siguiente en la calle Montecitos 38, World Trade Center, piso 8, despacho 34. Susana Ávila vio un anuncio en el periódico donde ofrecían un crédito de 300 mil pesos con mensualidades de mil 800 pesos. Asistió a Montecitos 38, WTC, piso 27, oficina 20.
A Roberto le robaron en tarjetas de crédito 399 mil pesos y a Susana 350 mil. Este diario visitó la sociedad de financiamiento que en cinco meses ha cambiado tres veces de nombre y múltiples veces de ubicación dentro de la torre corporativa.
Las oficinas no tienen ningún logo que las distinga. No se puede saber si son Corporativo de Negocios y Mercados —como se presentaron con Roberto—, Predial Análisis y Consulta —donde fue Susana— o Profinsa —como se mostraron ante este periódico.
A la recepción le siguen una línea de cubículos divididos por cristales, donde hay espacio para un escritorio, la silla del gestor y dos espacios para cliente. Atrás de cada asesor financiero hay un cartel con leyendas sobre créditos: “Dinero, responsabilidad, fluidez económica”, y González, presidente de DDD, dice que esto tiene una razón muy clara: “Si llegas a un centro financiero de renombre, oficinas de vidrio, sillas de cuero, confías”.
Roberto y Susana confiaron cuando les pidieron los datos personales: edad, ocupación y sus tarjetas de crédito vigentes; cuando el asesor escribió en hojas blancas y con tinta azul cuentas exorbitantes que sonaban lógicas. “No sé cómo a mis 61 años fui a caer en esto”, dice Susana, mientras repite lo que le prometieron: pagar mil 800 pesos mensuales por 300 mil pesos de crédito.
Lo bajo del pago mensual lo justificaban diciendo que ellos pedirían a nombre de Susana un crédito por 3 millones de pesos que reinvertirían en el mercado para que las ganancias de esa inversión amortiguaran la deuda original.
“Están atentando contra la clase media”, repite una y otra vez el ingeniero Perezcuervo, a quien le ha llevado un par de meses comprender cómo en menos de tres horas le robaron casi 400 mil pesos que ni siquiera tenía. “Ahora estoy endeudadísimo con los bancos. Nos dejaron en la quiebra”, dice. Son 73 años de una vida crediticia intachable que se borraron en una tarde.
Gente indefensa
Pese a que la Condusef reconoce esta práctica como fraudulenta, el problema está fuera de su alcance porque no son empresas financieras. La Profeco, por su parte, atiende quejas sobre el tema, pero “tiene las manos atadas porque las empresas sí están cumpliendo con lo que indica el contrato”, dice Ángel González, presidente de DDD, quien explica que “esos contratos están amañados pero son legales, indican que están gestionando una solicitud de crédito con un tercero, y los honorarios que cobraron son por la gestión. Al momento que el cliente firma, acepta”. Di Costanzo coincide: “Al firmar el contrato usuario-empresa milagro, sacan a la Condusef de jurisdicción.
“La gente queda en estado de indefensión porque ellos mismos se pusieron en esta situación de manera voluntaria al firmar el contrato”, continúa González, quien dice que de los 4 mil casos que su asociación civil lleva contabilizados en seis años [unos 666 al año], pocos actúan contra estas empresas.
El perfil más afectado por los créditos milagro, de acuerdo con estadísticas del DDD, son personas entre 40 y 65 años [33% de los casos].
María Angélica Carrillo, directora general de Quejas y Conciliación de la Profeco, dice que las reclamaciones por estos tipos de créditos van desde 375 pesos a 2 millones 100 mil pesos, y que en el caso de las mil 46 quejas registradas en 2014, se llegó a una conciliación en 67%. “Aunque no es un número bajo, si lo comparamos con el promedio nacional de la procuraduría, que es 80% de conciliación, el de este tipo de casos sí es menor”, explica.
Las audiencias de conciliación de la procuraduría consisten en citar a los involucrados —consumidor y empresas— “para tratar de avenir los intereses de las partes”, explica Carrillo, y especifica que el arreglo final no siempre es del monto total por el que se reclama.
Aunque el modus operandi de estas empresas sigue un patrón parecido al de Roberto, Susana y Lydia, “cambian constantemente el estratagema de engaño”, dice Di Costanzo, al explicar que el cambio les permite seguir estafando. Y Ángel González lo ejemplifica: “A mediados de 2013 empezamos a detectar que las personas eran contactadas directamente por correo electrónico y llamadas a sus casas. La empresas milagro pasaron de anunciarse a comprar bases de datos”.
Cuando Roberto se dio cuenta que no le darían el crédito, la empresa empezó a citarlo en diferentes despachos y pisos del WTC. Con Susana se repitió lo mismo. Del piso 8 al 34. Todas las oficinas idénticas con más o menos mobiliario y gestores diferentes de quienes les habían prometido el paraíso financiero.
“Me sentí indefensa, con ganas de llorar, mis hijos no saben lo que está pasando”, dice Susana, quien a sólo un mes de que esto pasara ya tiene las tarjetas al tope, está en el buró de crédito y totalmente rebasada por las deudas. A Roberto, por su parte, le dieron cita hasta el 9 de septiembre en la Profeco para encarar a la empresa que lo defraudó. González, quien desde 2008 trabaja con estos temas, dice que la única solución factible es “la organización de los estafados para que alcen la voz”.
El desfalco de Lydia
A los ocho días de firmado el contrato para el préstamo de 4 millones 658 mil pesos, Lydia regresó a las oficinas de A&E Gestión Económica Jurídica. Su asesor de cabecera había desaparecido y un nuevo empleado la asustó. “Me dijo que estaba metida en un problema legal, que era mucho dinero, y me insistió en que debíamos cancelar el contrato”, dice Lydia, y explica que en ese momento, entre los gritos del gestor, sintió el peso de la gran cantidad de dinero que había pedido prestado y quiso cancelarlo. Hasta ese entonces había pagado 326 mil pesos por concepto de “fianza”.
El nuevo asesor le dijo que se le devolverían los cobros de la fianza a sus tarjetas de crédito y que ya sólo necesitaría 29 mil 300 pesos en efectivo para revertir el trámite. “Ya estábamos en austeridad extrema. Me siento tan avergonzada”, repite.
Entre estados de cuenta a reventar, Lydia recibió una llamada a su casa: “Señora Lydia, ¿por qué no ha venido? Aquí hay un crédito aprobado para usted”. Era un empleado de la misma empresa donde la habían defraudado. “Pensé que era una buena oportunidad para recuperar el dinero que me habían robado”.
Lydia regresó y en lugar de volver a casa con menos deudas, los asesores le aseguraron que con el pago de 299 mil 335 pesos ellos saldarían lo que debe con todos sus bancos. Ella volvió a confiar e hizo un nuevo cargo a sus diferentes tarjetas de crédito. Faltaba una semana para que se venciera su fecha de pago.
Después de aceptar dos veces créditos milagro que le habían roto la fe en el sistema financiero, trató de buscar abogados, hablar con sus bancos para negociar la deuda y recurrir a amigos para poder pagar mensualidades de 21 mil pesos para no entrar al buró de crédito. A la deuda de 200 mil pesos por la que había acudido a este tipo de empresas para solucionar su primer problema, se le sumaron los 654 mil de cobros a sus tarjetas —que nunca se le reembolsaron—, y los casi 30 mil pesos que dio en efectivo. Para finales de 2014 la deuda familiar ya ascendía a 854 mil pesos.
Ahí no terminó la pesadilla. Un mes después, ya desfalcada, Lydia pensó que por fin vería la luz al final del túnel. Un nuevo asesor, de otra empresa llamada Real Alianza, telefoneó para decirle que podía ayudarla. El monto del préstamo que necesitaba para tapar el hoyo de sus finanzas era ya de un millón de pesos. El gestor le pidió 85 mil para un seguro de la deuda. Nunca le aprobaron el crédito. La familia de Lydia inició 2015 con una deuda de 939 mil: “Enduedé a mi familia por un millón de pesos”.
Las tasas de recuperación que da el presidente de la Asociaciónde de Defensa del Deudor sobre estos casos de fraude no es muy alentadora. “No tenemos ningún solo caso de alguien que haya recuperado su dinero. Los vencen por agotamiento”.
La DDD tiene un servicio integral para el deudor, desde asesoría jurídica hasta ayuda en la mediación del pago. También ayudan a lidiar con las empresas que llaman para cobrar.
Fuente: Valentina Pérez Botero / El Universal
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